Comencé a divisarte desde el comienzo de la calle, pintada de naranja como es su costumbre. Tu cabeza tan revuelta como en todo el anaquel, terminó por parecer un golpe de suerte.
Miraba por la ventana y contemplaba tus fotos, no hice otra cosa que esperarte, como siempre, sin reproches. Te esperé y no llegaste. Probablemente sólo se quede ahí.
Es evidente que muchos jamás se darán cuenta que hay cosas que te penetran hasta el fondo del alma y por eso valen la pena..
viernes, 30 de enero de 2015
S.
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