miércoles, 23 de julio de 2014

Dime que desearías romper con rabia las cartas que nunca mandaste, mientras yo, ciega, te digo que las he guardado con ansia para tu venida. Vuelves cómplice al silencio al intentar callar, siendo que tus ojos, aún cerrados, emanan el dolor con que tu corazón me habla y me dice que no.
Piensa en cuanto hemos derrochado injustamente por la propia necesidad de convertirnos en seres incomprendidos que aman con los huesos, la sangre y el alma.