Tomar uno, dos, tres anocheceres y seguir y pausar el tiempo, para no estar, para seguir ausente como hasta ahora, para que sepan que no hace falta, que es tan corto y cruel, tan despiadado. Llegas al cuarto y quinto, es inevitable, siempre lo será, mi mientras te lleve al limbo y quiera estar allá, con la nada, y el todo quizá.

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No es como cuando de pequeño sientes que  caminas sobre nubes y es bello, tampoco es como el primer amor que en realidad no lo fue. Es más como un poco de todo, que comienza con una chispa, que te puede reducir a cenizas o mantenerte en vida, que te recorre por dentro, desde la punta de los cabellos hasta los pies. 
Deberías saber que a veces quisiera hablar contigo por horas, que no mostraras temor de ser tú, ese que alguna vez sintió tanto, que sonreía de esa forma tan peculiar, que está bajo llave.

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El script de cada encuentro no es tan variable, siempre las mismas cosas, los mismos sitios, como una rutina y un nada.
Siento como las partículas se expanden, invaden mi cuerpo y se impregnan como esquirlas.
No más por favor, cariño.